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Prueba: Ghostwire Tokyo es solo el fantasma de sus promesas

Generaciones de ficción japonesa, sea cual sea su medio, han causado estragos en las calles de Tokio. Kaiju, invasiones de zombis, guerra de pandillas, desastres naturales, batalla real entre sus habitantes: el cuero de la capital de la isla ha sido curtido por décadas de confusión más o menos excéntrica. Pero, de memoria, nadie ha diezmado jamás a su población para cosechar sus almas para fusionar nuestra realidad con la de los espíritus. Es el punto de partida cataclísmico de Ghostwire Tokio y el plan megalo-maquiavélico de Hannyah, un siniestro personaje escondido tras una máscara de demonio que, para conseguir sus objetivos, pretende realizar un ritual prohibido sacrificando a la joven Marie, hermana de Akito, el temerario héroe de esta historia. Excepto que Akito escapó de esta desastrosa cosecha después de ser elegido como anfitrión por el alma de KK, un cazador de fantasmas decidido a traer a Hannyah de su nube y devolver sus envolturas carnales a las almas de sus conciudadanos. Juntos, Akito y KK tendrán que enfrentarse a los Visitantes, los soldados al servicio de Hannyah, ya que de alguna manera intentan vivir juntos a pesar de sus diferencias para salvar Tokio y liberar a Marie del yugo de su torturador. Si, desde sus premisas, esta historia tenía pocas posibilidades de sorprendernos, esperábamos más del grupo formado por nuestros acólitos en la desgracia. Los momentos de distanciamiento entre los dos chicos y sus reconciliaciones pueden haber dado lugar a algunos clímax narrativos interesantes o toques de humor vacuno. película de amigos. Pero su relación nunca despega realmente. Un primer potencial infraexplotado y, como veremos, no el último.

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Federico Pareja

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